Dependiendo del proceso, los cuellos se envían a un depósito refrigerante de superficie abierta con aspas, paletas o hélices rota- tivas. Los depósitos de este tipo representan una grave amenaza para la seguridad de los trabajadores durante su funcionamiento y deben ser protegidos adecuadamente mediante cubiertas o enrejados desmontables. Las cubiertas deben permitir la inspección visual del depósito. Si una cubierta se retira o se levanta, debe disponerse de dispositivos de bloqueo para inmovilizar las aspas giratorias. Los cuellos refrigerados se envasan a granel para su elaboración posterior o se trasladan a un área de envasado de menudillos para su recombinación y empaquetado.
Tras superar la fase de extracción de vísceras, las cintas transportadoras acaban en grandes depósitos horizontales y abiertos de refrigeración o, en Europa, se someten a la acción de aire circulante refrigerado. Tales depósitos constan de paletas que giran lentamente, haciendo descender la temperatura corporal del ave. El agua refrigerada presenta una gran concentración de cloro (20 ppm o más) y se ventila por agitación. El tiempo de permanencia del ave en el depósito puede llegar a una hora. Debido al elevado nivel de cloro libre vertido y puesto en circulación, los trabajadores están expuestos y pueden experi- mentar síntomas de irritación ocular y de garganta, toses y difi- cultad respiratoria. El NIOSH ha realizado varios estudios acerca de la irritación de los ojos y de las vías respiratorias supe- riores en los centros de producción avícola, en los que se recomienda un control y un seguimiento exhaustivos de los niveles de cloro, la utilización de pantallas para retener el cloro liberado
(o de un cerramiento de algún tipo que rodee la superficie abierta del depósito) y la instalación de un sistema de ventilación aspirante (Sanderson, Weber y Echt 1995).
El tiempo de permanencia es esencial y objeto de cierta controversia. Al salir de la fase de extracción de vísceras, el cuerpo no está limpio por completo y los poros de la piel y los folículos de las plumas están abiertos y albergan bacterias causantes de enfermedades. El objetivo principal del paso por el depósito de refrigeración es enfriar el ave con rapidez para evitar su deterioro. No se eliminan bacterias, y el riesgo de contaminación cruzada es una cuestión de salud pública grave. Los críticos han denominado al método de refrigeración por inmersión “sopa fecal”. Desde la perspectiva de la rentabilidad, una ventaja complementaria consiste en que la carne absorbe el agua del refrigerador como una esponja. Aumenta en casi un
8 % el peso de comercialización del producto (Linder 1996).
Al salir del depósito refrigerador, los cuerpos se depositan en una cinta transportadora o en una mesa vibratoria. Unos trabajadores especialmente capacitados, denominados clasificadores, inspeccionan las aves para detectar magulladuras, fracturas de la piel, etc. y vuelven a colgarlas en líneas de argollas separadas en movimiento delante de ellos. Las aves que no pasan la prueba se trasladan a otros procesos para la recuperación de ciertas piezas. Los clasificadores deben permanecer de pie durante períodos prolongados manipulando aves refrigeradas, lo que puede dar lugar a entumecimiento y dolor en las manos. Los guantes forrados se utilizan para proteger las manos no sólo de los resi- duos de cloro, sino también del frío.
Tras superar la fase de extracción de vísceras, las cintas transportadoras acaban en grandes depósitos horizontales y abiertos de refrigeración o, en Europa, se someten a la acción de aire circulante refrigerado. Tales depósitos constan de paletas que giran lentamente, haciendo descender la temperatura corporal del ave. El agua refrigerada presenta una gran concentración de cloro (20 ppm o más) y se ventila por agitación. El tiempo de permanencia del ave en el depósito puede llegar a una hora. Debido al elevado nivel de cloro libre vertido y puesto en circulación, los trabajadores están expuestos y pueden experi- mentar síntomas de irritación ocular y de garganta, toses y difi- cultad respiratoria. El NIOSH ha realizado varios estudios acerca de la irritación de los ojos y de las vías respiratorias supe- riores en los centros de producción avícola, en los que se recomienda un control y un seguimiento exhaustivos de los niveles de cloro, la utilización de pantallas para retener el cloro liberado
(o de un cerramiento de algún tipo que rodee la superficie abierta del depósito) y la instalación de un sistema de ventilación aspirante (Sanderson, Weber y Echt 1995).
El tiempo de permanencia es esencial y objeto de cierta controversia. Al salir de la fase de extracción de vísceras, el cuerpo no está limpio por completo y los poros de la piel y los folículos de las plumas están abiertos y albergan bacterias causantes de enfermedades. El objetivo principal del paso por el depósito de refrigeración es enfriar el ave con rapidez para evitar su deterioro. No se eliminan bacterias, y el riesgo de contaminación cruzada es una cuestión de salud pública grave. Los críticos han denominado al método de refrigeración por inmersión “sopa fecal”. Desde la perspectiva de la rentabilidad, una ventaja complementaria consiste en que la carne absorbe el agua del refrigerador como una esponja. Aumenta en casi un
8 % el peso de comercialización del producto (Linder 1996).
Al salir del depósito refrigerador, los cuerpos se depositan en una cinta transportadora o en una mesa vibratoria. Unos trabajadores especialmente capacitados, denominados clasificadores, inspeccionan las aves para detectar magulladuras, fracturas de la piel, etc. y vuelven a colgarlas en líneas de argollas separadas en movimiento delante de ellos. Las aves que no pasan la prueba se trasladan a otros procesos para la recuperación de ciertas piezas. Los clasificadores deben permanecer de pie durante períodos prolongados manipulando aves refrigeradas, lo que puede dar lugar a entumecimiento y dolor en las manos. Los guantes forrados se utilizan para proteger las manos no sólo de los resi- duos de cloro, sino también del frío.
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