domingo, 8 de marzo de 2009

Cáncer

El trabajo en las industrias madereras puede comportar la exposición a cancerígenos conocidos y sospechosos. El polvo de madera, el elemento más presente en las industrias madereras, se ha clasificado como cancerígeno para los humanos (Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer (IARC): Grupo 1). Se han observado riesgos relativos muy altos de cáncer sinonasal, especialmente de adenocarcinoma sinonasal, entre los trabajadores expuestos a altos niveles de polvo de maderas duras, como el haya, el roble y la caoba, en la industria del mueble. Las pruebas relativas al polvo de maderas blandas son menos conclu- yentes y se han observado riesgos relativos menores. Existen pruebas de un riesgo excesivo entre los trabajadores de las serre- rías e industrias relacionadas, sobre la base de un reanálisis conjunto de los datos originales de 12 estudios de casos-control de cáncer sinonasal (IARC, 1995). El cáncer sinonasal es relativa- mente raro en casi todas las regiones del mundo, con una tasa bruta de incidencia anual de aproximadamente 1 caso por cada 100.000 personas. Se considera que el 10 % de todos los cánceres sinonasales son adenocarcinomas. Aunque se han observado asociaciones entre el polvo de madera y otros cánceres más comunes en algunos estudios, los resultados han sido mucho menos sólidos que en lo que se refiere al cáncer sinonasal.

El formaldehído, un elemento al que se ven muy expuestos los trabajadores de las fábricas de contrachapado, tableros de partículas y demás, se ha clasificado como probable cancerígeno para el ser humano (IARC: Grupo 2A). Se ha demostrado que produce cáncer en animales y se han observado cifras de cáncer nasofaríngeo y sinonasal superiores a lo normal en algunos estudios en seres humanos, aunque sin resultados concluyentes. Se sabe que los plaguicidas a base de pentacloro- fenol y tetraclorofenol, hasta hace poco muy utilizados en las industrias madereras, están contaminados por furanos y dioxinas. El pentaclorofenol y la 2,3,7,8-tetraclorodibenzo-pa- ra-dioxina han sido clasificados como posibles cancerígenos para el ser humano (IARC: Grupo 2B). Algunos estudios han hallado una relación entre los clorofenoles y el riesgo de linfoma, no Hodgkin, y de sarcoma de los tejidos blandos. Los resultados relativos al linfoma no Hodgkin han sido más consistentes, sólidos que los relativos al sarcoma de los tejidos blandos. Entre otras posibles exposiciones a elementos cancerígenos para algunos trabajadores de las industrias madereras cabe citar el amianto (IARC: Grupo 1), que se utiliza como aislante en hornos y tuberías de vapor, los humos de escape de los motores diesel (IARC: Grupo 2A) utilizados en equipos móviles, y la creosota (IARC: Grupo 2A), que se utiliza como conservante de la madera en traviesas de vías férreas y postes telefónicos.
Se han realizado relativamente pocos estudios de cáncer entre trabajadores específicamente empleados en serrerías, fábricas de contrachapado o fábricas de tableros. El mayor de ellos fue un estudio sobre un grupo humano de más de 26.000 trabajadores de serrerías canadienses realizado por Hertzman y colegas
(1997) para examinar el riesgo de cáncer asociado con la exposi- ción a plaguicidas a base de clorofenol. Se observó un aumento del doble de cáncer sinonasal y un aumento menor de linfoma no Hodgkin. El aumento de linfoma no Hodgkin pareció estar asociado con la exposición a los clorofenatos. Los demás estudios realizados han sido de mucha menor envergadura. Jäppinen, Pukkala y Tola (1989) estudiaron a 1.223 trabajadores de serre- rías finlandesas y observaron aumento de cánceres cutáneos, bucales y faríngeos, y de linfomas y leucemias.
Blair, Stewart y Hoover (1990) y Robinson y colegas (1986) estudiaron respectivamente a 2.309 y 2.283 trabajadores de fábricas de contrachapado estadounidenses. En un análisis conjunto de los datos de los dos grupos humanos, se observaron aumentos de cáncer nasofaríngeo, mieloma múltiple, enfer- medad de Hodgkin y linfoma no Hodgkin. Los resultados no aclaran si tales aumentos pueden deberse a la exposición a riesgos profesionales ni, de ser así, a cuáles. Los estudios de menor envergadura han carecido de capacidad para examinar el riesgo de cánceres raros y muchos de los excesos observados se basaron en cifras muy pequeñas. Por ejemplo, no se observaron cánceres sinonasales, pero sólo se esperaba un 0,3 en el estudio de serrerías más pequeño, y 0,3 y 0,1 en los estudios de las fábricas de contrachapado.

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