jueves, 1 de noviembre de 2007

Enfermedades por traumas acumulados (III)

Un riesgo grave para la salud en la mayoría de las fábricas modernas, y en especial en las conserveras, es la exposición al ruido. El aumento del número de máquinas de alta velocidad dispuestas en un espacio limitado eleva los niveles de ruido, a pesar del esfuerzo dedicado a mantenerlos por debajo de los 85 dBA. La fabricación, el transporte y el llenado de latas a velocidades de hasta 1.000 unidades por minuto da lugar a la exposición de los operarios a niveles de ruido en torno a los 100 dBA a frecuencias que oscilan entre los 500 y los 4.000 Hz, lo que cons- tituye una dosis equivalente a unos 96 dBA, que, si no se controlan, provocan en muchos casos sorderas inducidas por el ruido a lo largo de la vida laboral. Ciertas técnicas de ingeniería, como el montaje de insonorización, los elevadores magnéticos, los cables recubiertos de nylon y los reguladores de velocidad en los sistemas transportadores, pueden atenuar el problema en cierta medida. No obstante, la adopción de cambios radicales en la industria, como la utilización de envases de plástico, constituye la única esperanza de lograr en el futuro un entorno razonablemente insonorizado. Actualmente, debe aplicarse un programa de conservación de la audición basado en los exámenes audiométricos, los equipos de protección sonora y la formación. Deben instalarse asimismo cabinas aislantes del ruido y equipos de protección personal.
En caso de utilización de radiación ionizante son necesarias todas las precauciones aplicables a este tipo de trabajo (p. ej., protección contra la radiación, control de los riesgos, exploración sanitaria selectiva y exámenes médicos periódicos).
La supervisión médica de los trabajadores es conveniente; muchos centros de producción alimentaria son pequeños y la afiliación a un servicio médico mancomunado puede constituir la forma más eficaz de garantizar esta prestación.
Los comités de salud y seguridad que consiguen la participación efectiva del conjunto de la organización, incluidos los trabajadores dedicados a las tareas de producción, en el desa- rrollo de programas aplicables en los centros de trabajo son esenciales para lograr la seguridad de las operaciones. Con demasiada frecuencia, la industria alimentaria no se considera especialmente peligrosa y se generaliza un sentimiento de complacencia. Suelen utilizarse materiales muy conocidos y, por esta razón, los trabajadores pueden no comprender los riesgos que se generan cuando se aplican fuerzas o cantidades industriales. Los miembros del personal que entienden que las normas y los procedimientos de seguridad se adoptan para proteger su salud y su seguridad y no simplemente para cumplir con los requisitos impuestos por la Administración son esenciales para el desarrollo de un programa de seguridad de calidad. La dirección debe establecer prácticas y políticas que permitan a los trabajadores consolidar estas creencias.

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