sábado, 17 de enero de 2009

Comportamiento de los animales

Saber qué influye en el comportamiento de los animales puede ayudar a que resulte más seguro el medio de trabajo. En ese comportamiento influyen la genética y las respuestas aprendidas (condicionamiento operante). Ciertas razas de toros suelen ser más dóciles que otras (influencia genética). Un animal que se ha plantado o que se niega a entrar en una zona y se sale con la suya, probablemente se negará a hacerlo la próxima vez. En sucesivos intentos se irá tornando más agitado y peligroso. Los animales responden a la forma en que se les trata, y se basan en la experiencia cuando reaccionan ante una situación. Los que hayan sido perseguidos, golpeados, pateados, hayan recibido gritos o estén asustados tendrán miedo, naturalmente, cuando estén cerca de seres humanos. Por eso es importante tratar de mover a los animales al primer intento y con el mínimo estrés para ellos.
Los animales domesticados que viven en instalaciones muy uniformes adoptan hábitos que se basan en la repetición de lo mismo todos los días a una hora específica. El confinamiento de toros en una dehesa y su alimentación allí permite que se acostum- bren a los seres humanos, de forma que pueden utilizarse en sistemas de apareamiento en confinamiento. Los hábitos también son causados por los cambios regulares en el entorno, como las fluctuaciones de temperatura o de humedad al pasar del día a la noche. Los animales son más activos en el momento de máximo cambio, que es al atardecer o al amanecer, y menos activos al mediodía o a medianoche. Este factor puede ser una ventaja cuando hay que trasladar a los animales de trabajo.
Al igual que los animales salvajes, los animales domésticos pueden proteger sus territorios. Cuando está en juego la alimenta- ción, esta protección puede adoptar la forma de un comporta- miento agresivo. Ciertos estudios han demostrado que, si se distribuye el alimento en grandes bloques diseminados al azar, se elimina ese comportamiento territorial. Cuando se reparte el


alimento de forma uniforme o previsible, pueden producirse luchas para tratar de asegurarlo y excluir a los demás. También puede haber un comportamiento de protección territorial cuando se le permite a un toro que permanezca en la manada. Este puede considerar que el rebaño y el pasto en que viven son su territorio, lo que significa que lo defenderá frente a amenazas supuestas y reales, procedentes de seres humanos, de perros o de otros animales. La introducción en la manada de un toro nuevo o extraño en edad de procrear casi siempre se traducirá en combates para determinar cuál es el macho dominante.
Los toros, al tener los ojos a los lados de la cabeza, tienen visión panorámica y muy poca sensación de profundidad. Esto quiere decir que pueden ver en unos 270º a su alrededor, quedando tan sólo una mancha ciega justo por detrás de ellos y por delante de sus narices (véase la Figura 70.3). Los movimientos repentinos o inesperados desde atrás pueden “espantarles” porque son incapaces de determinar la proximidad o la gravedad de la amenaza percibida. De ahí una posible respuesta de “lucha o huida”. Debido a su escasa percepción de la profundidad, también pueden asustarse fácilmente con sombras y movimientos producidos fuera de la zona de trabajo o de recogida. Las sombras en la zona de trabajo pueden ser percibidas por el animal como agujeros, lo que hará que se plante. El ganado vacuno es daltónico, pero percibe los colores como diferentes intensidades de blanco y negro.
Muchos animales son muy sensibles al ruido (en comparación con los seres humanos), especialmente a frecuencias elevadas. Los ruidos fuertes e inesperados, como el de los portones metálicos al cerrarse, el de los golpes contra los pasadizos y/o el de los gritos de los seres humanos, pueden producirles estrés.

No hay comentarios:

Publicar un comentario