Aunque se disponga de recursos para mecanizar la recolección y reducir sus riesgos (y para muchos pequeñ os agricultores de muchas partes del mundo, é ste no es el caso), las inversiones para mejorar los aspectos de salud y seguridad tendrían proba- blemente menos repercusió n que otras inversiones comparables en mejoras del alojamiento, la calidad del agua y la atenció n sanitaria, sobre todo si hay un elevado desempleo o subempleo. Las tasas altas de desempleo y las pocas oportunidades de trabajo ponen a muchos trabajadores jó venes en peligro de lesiones durante la recolecció n debido a que salen má s baratos que las má quinas. Incluso en muchos países con prá cticas agrícolas muy mecanizadas, las leyes sobre el trabajo infantil frecuentemente excluyen a los niñ os implicados en actividades agrícolas. Por ejemplo, las disposiciones especiales de las leyes sobre el trabajo infantil del Departamento de Trabajo de Estados Unidos aú n no consideran los niñ os menores de 16 añ os durante la recolección y les permiten operar equipos agrícolas en ciertas condiciones (DOL 1968).
Contrariamente a la idea general de que una mayor mecani- zació n en la agricultura ha aumentado los riesgos asociados a la producció n agrícola con respecto a la recolecció n, no hay nada má s lejos de la realidad. Mediante la introducció n de una meca- nizació n intensiva en las principales regiones de producció n de cereales y forraje, el tiempo necesario para producir una fanega de cereal, por ejemplo, ha disminuido de má s de una hora a menos de un minuto (Griffin 1973). Este avance, aunque depende en gran medida de los combustibles fó siles, ha liberado penoso e inseguro asociadas a la recolecció n manual. La mecanizació n ha producido no só lo grandes aumentos de la productiidad y el rendimiento, sino tambié n la casi eliminació n de las lesiones más significativas histó ricamente, como aqué llas en las que interviene el ganado.
No obstante, la mecanizació n intensiva del proceso de reco- lecció n ha introducido tambié n nuevos riesgos que han requerido períodos de adaptació n y en algunos casos la sustitució n de las má quinas por otras má s productivas o menos peligrosas. Un ejemplo de esta evolución tecnoló gica se experimentó con la transició n que tuvo lugar en la recolecció n de los cereales en Norteamé rica entre 1930 y 1970. Hasta el decenio de 1930, las mazorcas de maíz se arrancaban casi por completo manual- mente y se transportaban a los almacenes en vagones tirados por caballos. La primera causa de lesiones asociadas a la recolecció n se debía al trabajo con caballos (NSC 1942). Con la introduc- ció n y uso extendido de la arrancadora de mazorcas tirada por tractor en el decenio de 1940, las muertes y lesiones asociadas a los caballos y al ganado vacuno disminuyeron rá pidamente durante el período de recolecció n, y se registró el aumento correspondiente del nú mero de lesiones relacionadas con la nueva má quina. Esto no se debía a que la arrancadora fuera en sí má s peligrosa, sino a que las lesiones reflejaban una transición rá pida a una nueva prá ctica que no había sido completamente perfeccionada y con la que los agricultores no estaban familiari- zados. A medida que é stos se adaptaron a la nueva tecnología y los fabricantes mejoraron el rendimiento de la máquina, y a medida asimismo que se plantaban variedades de maíz mas uniformes y má s adecuadas a la recolección mecanizada, dismi- nuyó rá pidamente el nú mero de muertes y lesiones. En otras palabras, la introducción de la arrancadora de mazorcas tuvo como resultado final una disminución de las lesiones relacionadas con la recolecció n debido a la exposició n a los riesgos tradicionales.
Con la introducció n en el decenio de 1960 de la cosechadora combinada autopropulsada, que podía recoger variedades de maíz de alto rendimiento a velocidades diez o má s veces mayores que la arrancadora de mazorcas, las lesiones causadas por é sta ú ltima casi desaparecieron. Pero una vez má s, la cose- chadora introdujo nuevos riesgos que requerían un período de adaptació n. Por ejemplo, la capacidad de reunir, cortar, separar
y limpiar el grano en el campo utilizando una má quina cambió la manipulación del grano. En consecuencia, en el decenio de 1970 se produjo un aumento espectacular en el nú mero de lesiones asociadas a hé lices y de los enterramientos y asfixias por cereales en los almacenes y vehículos de transporte de cereal (Kelley 1996). Asimismo se informó de nuevas categorías de lesiones, relacionadas con el tamañ o y peso total de la cosechadora combinada, como caídas desde la plataforma y desde las escaleras, que pueden colocar al operador a má s de 4 m del suelo, y aplastamientos bajo la unidad de recogida.
La mecanizació n del arranque del maíz contribuyó directamente a uno de los desplazamientos má s intensos de la población rural nunca conocidos en Norteamé rica. Menos de 75 añ os despué s de la introducción de variedades híbridas de maíz y la arrancadora de mazorcas, la población de las explotaciones agrarias había pasado de má s del 50 % a menos del 5 % de la población total. Durante este período de mayor productividad y de demanda de trabajo muy reducida se redujo la exposició n total a los riesgos de los lugares de trabajo en la agricultura, contribuyendo a un descenso de las muertes de má s de 14.000 en 1942 a menos de 900 en 1995 (NSC 1995).
Contrariamente a la idea general de que una mayor mecani- zació n en la agricultura ha aumentado los riesgos asociados a la producció n agrícola con respecto a la recolecció n, no hay nada má s lejos de la realidad. Mediante la introducció n de una meca- nizació n intensiva en las principales regiones de producció n de cereales y forraje, el tiempo necesario para producir una fanega de cereal, por ejemplo, ha disminuido de má s de una hora a menos de un minuto (Griffin 1973). Este avance, aunque depende en gran medida de los combustibles fó siles, ha liberado penoso e inseguro asociadas a la recolecció n manual. La mecanizació n ha producido no só lo grandes aumentos de la productiidad y el rendimiento, sino tambié n la casi eliminació n de las lesiones más significativas histó ricamente, como aqué llas en las que interviene el ganado.
No obstante, la mecanizació n intensiva del proceso de reco- lecció n ha introducido tambié n nuevos riesgos que han requerido períodos de adaptació n y en algunos casos la sustitució n de las má quinas por otras má s productivas o menos peligrosas. Un ejemplo de esta evolución tecnoló gica se experimentó con la transició n que tuvo lugar en la recolecció n de los cereales en Norteamé rica entre 1930 y 1970. Hasta el decenio de 1930, las mazorcas de maíz se arrancaban casi por completo manual- mente y se transportaban a los almacenes en vagones tirados por caballos. La primera causa de lesiones asociadas a la recolecció n se debía al trabajo con caballos (NSC 1942). Con la introduc- ció n y uso extendido de la arrancadora de mazorcas tirada por tractor en el decenio de 1940, las muertes y lesiones asociadas a los caballos y al ganado vacuno disminuyeron rá pidamente durante el período de recolecció n, y se registró el aumento correspondiente del nú mero de lesiones relacionadas con la nueva má quina. Esto no se debía a que la arrancadora fuera en sí má s peligrosa, sino a que las lesiones reflejaban una transición rá pida a una nueva prá ctica que no había sido completamente perfeccionada y con la que los agricultores no estaban familiari- zados. A medida que é stos se adaptaron a la nueva tecnología y los fabricantes mejoraron el rendimiento de la máquina, y a medida asimismo que se plantaban variedades de maíz mas uniformes y má s adecuadas a la recolección mecanizada, dismi- nuyó rá pidamente el nú mero de muertes y lesiones. En otras palabras, la introducción de la arrancadora de mazorcas tuvo como resultado final una disminución de las lesiones relacionadas con la recolecció n debido a la exposició n a los riesgos tradicionales.
Con la introducció n en el decenio de 1960 de la cosechadora combinada autopropulsada, que podía recoger variedades de maíz de alto rendimiento a velocidades diez o má s veces mayores que la arrancadora de mazorcas, las lesiones causadas por é sta ú ltima casi desaparecieron. Pero una vez má s, la cose- chadora introdujo nuevos riesgos que requerían un período de adaptació n. Por ejemplo, la capacidad de reunir, cortar, separar
y limpiar el grano en el campo utilizando una má quina cambió la manipulación del grano. En consecuencia, en el decenio de 1970 se produjo un aumento espectacular en el nú mero de lesiones asociadas a hé lices y de los enterramientos y asfixias por cereales en los almacenes y vehículos de transporte de cereal (Kelley 1996). Asimismo se informó de nuevas categorías de lesiones, relacionadas con el tamañ o y peso total de la cosechadora combinada, como caídas desde la plataforma y desde las escaleras, que pueden colocar al operador a má s de 4 m del suelo, y aplastamientos bajo la unidad de recogida.
La mecanizació n del arranque del maíz contribuyó directamente a uno de los desplazamientos má s intensos de la población rural nunca conocidos en Norteamé rica. Menos de 75 añ os despué s de la introducción de variedades híbridas de maíz y la arrancadora de mazorcas, la población de las explotaciones agrarias había pasado de má s del 50 % a menos del 5 % de la población total. Durante este período de mayor productividad y de demanda de trabajo muy reducida se redujo la exposició n total a los riesgos de los lugares de trabajo en la agricultura, contribuyendo a un descenso de las muertes de má s de 14.000 en 1942 a menos de 900 en 1995 (NSC 1995).
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