lunes, 15 de diciembre de 2008

Riesgos y su prevención (IV)


La maquinaria y los equipos utilizados en los centros de producción cárnica genera un nivel de ruido elevado. Han de suministrarse a los trabajadores tapones para los oídos, y debe someterse a las plantillas a exploraciones médicas para determinar la posibilidad de pérdidas auditivas. Asimismo, siempre que sea posible, se aplicarán dispositivos de atenuación del ruido en la maquinaria. Un mantenimiento adecuado de los sistemas de transporte puede evitar la emisión de ruido innecesario.
Los trabajadores pueden verse expuestos al contacto con productos químicos tóxicos durante las operaciones de limpieza e higienización de los equipos. Entre los compuestos utilizados al efecto figuran los limpiadores alcalinos (cáusticos) y ácidos. Se trata de productos que pueden provocar sequedad, erupciones alérgicas y otros problemas dérmicos. Los líquidos pueden salpicar y producir quemaduras en los ojos. Dependiendo del tipo de compuesto limpiador aplicado, debe emplearse el EPP pertinente (incluidos los protectores de ojos, cara y brazos, delantales y calzado protector). Además, debe disponerse de instalaciones para el lavado de manos y ojos. Las mangas de aire comprimido utilizadas en el transporte de agua caliente para desinfectar los equipos también pueden causar quemaduras. Es importante impartir una formación adecuada al personal acerca de la utilización de estos instrumentos. Asimismo, el cloro presente en el agua empleada para lavar las canales puede irritar los ojos, la garganta y la piel. Han comenzado a aplicarse nuevos enjuagues antibacterianos en los mataderos para reducir las bacterias que pueden provocar enfermedades originadas en los alimentos. Es necesario garantizar una ventilación apropiada. Deben tomarse todas las precauciones necesarias para asegurar que la concentración de los productos químicos no exceda lo estipulado por los fabricantes en las instrucciones.
El amoníaco se utiliza como refrigerante en la industria, y las fugas de esta sustancia de los conductos que lo transportan son habituales. El gas amoníaco irrita los ojos y la piel. Una exposi- ción de leve a moderada a este gas puede provocar migrañas, escozor en la garganta, transpiración, náuseas y vómitos. Si no es posible evitar su contacto, puede producirse una irritación grave del tracto respiratorio que genera tos, edema pulmonar o paro respiratorio. Un mantenimiento adecuado de los conductos de la refrigeración es esencial para prevenir estas fugas. Además, una vez detectado el escape de amoníaco, deben observarse los procedimientos de vigilancia y evacuación para evitar exposiciones peligrosas. El dióxido de carbono(CO2) en forma de hielo seco se utiliza en el área de envasado. En este proceso, el gas CO2 puede salir de su depósito y expandirse por toda la sala. La exposición al mismo puede producir migrañas, mareos, náuseas, vómitos y, en casos extremos, la muerte. Debe garantizarse una ventilación adecuada.
Los depósitos de sangre plantean riesgos asociados a los espa-cios restringidos si en el centro de producción en cuestión no se utiliza un sistema cerrado de tratamiento y conducción por tuberías de la misma. Las sustancias tóxicas emitidas por la sangre en descomposición y la falta de oxígeno constituyen un grave peligro para las personas que deben acceder y/o limpiar los depósitos o trabajar en el área circundante. Antes de entrar, debe comprobarse la presencia en la atmósfera de productos químicos tóxicos y asegurarse la existencia de la cantidad de oxígeno apropiada.
Los trabajadores están expuestos a enfermedades infecciosas como la brucelosis, la erisipela, la leptospirosis, la dermatofitosis y la aparición de verrugas.
La brucelosis está causada por una bacteria y se transmite por la manipulación de ganado vacuno o porcino infectado. Las personas infectadas por esta bacteria experimentan una fiebre constante o recurrente, migrañas, debilidad, dolor articular, sudores nocturnos y pérdida de apetito. La limitación del número de reses infectadas que son sacrificadas es una vía fundamental para la prevención de esta enfermedad.
La erisipela y la leptospirosis también tienen su causa en las bacterias. La primera se transmite mediante la infección de heridas, arañazos y abrasiones; produce enrojecimiento e irrita- ción alrededor del lugar de la infección y puede extenderse a la corriente sanguínea y a los ganglios linfáticos.
La leptospirosis se transmite por contacto directo con animales infectados o con agua, tierra mojada o vegetales conta- minados por la orina de los mismos. Pueden producirse dolores musculares, infecciones oculares, fiebre, vómitos, escalofríos y migrañas, y deteriorarse los riñones y el hígado.
La dermatofitosis, por su parte, es una enfermedad micótica y se transmite por el contacto con el pelo y la piel de personas o animales infectados. Conocida también como tiña, provoca la caída del pelo y el desarrollo de pequeñas costras amarillentas en forma de copa sobre el cuero cabelludo.

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