viernes, 28 de diciembre de 2007

Sistema respiratorio (III)

El tricloroetileno, el hexano, el benceno, el monóxido de carbono (CO), el dióxido de carbono (CO2) y el cloruro de polivinilo (PVC) suelen abundar en los centros de producción alimentaria. Las dos primeras sustancias se utilizan en la extracción de aceite de oliva.
El CO, un gas incoloro e inodoro, es difícil de detectar. La exposición tiene lugar en fábricas de ahumados de ventilación deficiente, silos de cereales, bodegas para la fermentación del vino o almacenes de pescado. La congelación o refrigeración con hielo seco, los túneles de congelación por CO2 y los procesos de combustión ponen en contacto a los trabajadores con este gas. Los síntomas de intoxicación por sobreexposición al CO y el CO2 incluyen migrañas, mareos, somnolencia, náuseas, vómitos y, en casos extremos, llegan a producirse fallecimientos. Asimismo, el CO puede agravar los síntomas coronarios y respi- ratorios. En los límites de tolerancia aceptables establecidos por varios gobiernos se prevé una exposición al CO2 100 veces superior a la del CO para desencadenar la misma respuesta.
El PVC se utiliza en los materiales de envasado y en los envoltorios de alimentos. Cuando se calienta una película de PVC, los productos de degradación térmica irritan los ojos, la nariz y la garganta. Además, los trabajadores declaran padecer dificultades al respirar, dolores en el pecho, náuseas, dolores de músculos, escalofríos y fiebre.Los hipocloritos, ácidos (fosfórico, nítrico y sulfúrico), cáusticos y compuestos amónicos cuaternarios suelen utilizarse en las tareas de limpieza con productos líquidos. En los laboratorios de microbiología se emplean compuestos de mercurio y formaldehídos (gas y solución de formalina). Para la desinfección de los laboratorios se aplican fenólicos, hipocloritos y glutaraldehído. En caso de una exposición excesiva y de contacto, se produce irritación y corrosión de los ojos, la piel y los pulmones. Una manipulación inapropiada puede dar lugar a la emisión de sustancias altamente tóxicas, como el cloro y los óxidos de azufre.
El Instituto Nacional para la Salud y la Seguridad en el Trabajo (NIOSH) de Estados Unidos informó de que los traba- jadores dedicados al lavado de aves con agua superclorada sufren dificultades respiratorias. Entre los síntomas figuran migrañas, irritación de garganta, opresión torácica y dificultad al respirar. Se sospecha que la cloramina es el agente causante. Las cloraminas pueden formarse cuando el agua tratada con amoníaco o el agua hirviendo tratada con aminas entra en contacto con soluciones de hipocloritos utilizadas en las tareas de higienización. En las ciudades se añade amoníaco al agua para evitar la formación de halometanos. No se dispone de métodos de toma de muestras del aire en el caso de las cloro minas. Los datos sobre cloro y amoníaco no son indicativos de la exposición, ya que en las pruebas se registraron niveles de estas sustancias muy por debajo de sus límites.
Los fumigantes previenen la aparición de plagas durante el almacenamiento y el transporte de materias primas alimentarias. Algunos ejemplos de estas sustancias son el amoníaco anhidro, la fostoxina (fosfina) y el bromuro de metilo. La escasa duración de este proceso convierte la protección respiratoria en la estrategia más eficaz en función del coste. Deben seguirse las prácticas adecuadas para lograr esta protección al manipular tales compuestos, hasta que las mediciones atmosféricas del área en cuestión se encuentren por debajo de los límites establecidos.
Las empresas han de adoptar las medidas necesarias para evaluar el nivel de contaminación tóxica en el lugar de trabajo y garantizar que los niveles de exposición no excedan los límites estipulados en las normativas sobre salud y seguridad. El grado de contaminación debe analizarse con frecuencia, sobre todo después de cambios en los métodos de elaboración o en los productos químicos utilizados.

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