Los riesgos para la seguridad que se asocian con la producción de aves de corral y de huevos proceden de las cadenas, engranajes, cigüeñales, correas de transmisión y poleas desatendidos de los ventiladores, los equipos de alimentación y otros aparatos. Los arañazos, picotazos e incluso mordiscos producidos por los animales más grandes son también peligros. Un avestruz macho es especialmente protector de su nido durante la estación de apareamiento, y cuando se siente amenazado, intentará patear al intruso. El hecho de tener dedos largos con uñas afiladas añaden peligro a la potente coz del avestruz.
Los riesgos eléctricos creados por equipos mal situados o no resistentes a la corrosión, o por cables mal aislados en los corrales pueden dar lugar a electrocuciones, shocks eléctricos no mortales o incendios. El polvo de las aves arderá y los trabajadores cuentan historias sobre explosiones de polvo acumulado en calefacciones de gas al diseminarse el polvo durante las faenas de limpieza. Los investigadores del US Bureau of Mines han provocado explosiones de polvo agrícola. Tras diseminarlo en una cámara de prueba de 20 litros de capacidad y prenderlo, se determinó que la concentración explosiva mínima del polvo recogido en las partes más altas de la cabina de la calefacción y en los alféizares de las ventanas de los corrales es de 170 g/m3. No fue posible hacer explotar las muestras de basura avícola filtradas. Por el contrario, la concentración explosiva mínima del polvo de grano medido en las mismas condiciones de seguridad fue de 100 g/m3.
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