Las fuentes de polvo en instalaciones de confinamiento son una combinación de alimentos, caspa y pelo de los animales, junto con materia fecal seca (Donham y Scallon 1985). Las partículas están formadas por un 24 % aproximadamente de proteínas, por lo que tienen la posibilidad de iniciar no sólo una respuesta inflamatoria a una proteína extraña, sino también una reacción alérgica adversa. La mayor parte de las partículas miden menos de 5 micras, lo que les permite ser aspiradas hasta las zonas más profundas de los pulmones, donde pueden producir un peligro mayor para la salud. Las partículas están cargadas de microbios (de 104 a 107/m3 de aire), que contribuyen con varias sustancias tóxicas/inflamatorias, como endotoxinas (el peligro más documentado), glucanos, histamina y proteasas. Las concentraciones máximas recomendadas para los polvos se enumeran en la Tabla 70.10. Los gases presentes en la instalación y las bacterias de la atmósfera son adsorbidos en la superficie de las partículas de polvo. De esta forma, las partículas inhaladas tienen el efecto aun más peligroso de transportar hasta los pulmones gases irritantes o tóxicos, así como bacterias potencialmente infecciosas.
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