La complejidad de las sustancias químicas presentes en los escapes de los grabadores en metal ha inducido a los investiga- dores a desarrollar métodos experimentales para averiguar la toxicidad de estas mezclas (Bauer y cols. 1992a). La aplicación de estos métodos en experimentos con roedores indica que algunas de estas mezclas químicas son supuestos mutágenos
(Bauer y cols. 1992b) y toxinas para el aparato reproductor
(Schmidt y cols. 1995).
Dado que los grabadores en seco trabajan como sistemas cerrados, lo normal es que la exposición química de los opera- dores del equipo no tenga lugar mientras el sistema esté cerrado. Una rara excepción ocurre cuando el ciclo de purga de los mordientes de lotes más antiguos no es bastante largo para eliminar de manera adecuada los gases reactivos. Se ha infor- mado de exposiciones breves, pero irritantes, a compuestos de flúor que se encuentran por debajo del límite de detección de los procedimientos normales de vigilancia de higiene industrial cuando las puertas de estos grabadores están abiertas. Este defecto puede corregirse normalmente con sólo aumentar la duración del ciclo de purga antes de abrir la puerta de la cámara de grabado.
La principal preocupación en relación con la exposición de operadores a la energía de RF se refiere al grabado e incinera- ción por plasma (Cohen 1986; Jones 1988). Los casos típicos de fuga de energía de RF pueden ser originados por:
• puertas mal alineadas;
• grietas y orificios en las cabinas;
• tableros metálicos y cables eléctricos que actúan como antenas por puesta a masa incorrecta del grabador;
• inexistencia de una pantalla atenuadora en la ventana de visión del grabador (Jones 1988; Horowitz 1992).
La exposición a RF puede ocurrir también durante el mante- nimiento de grabadores, en particular si se ha quitado la cabina del equipo. En la parte superior de un modelo antiguo de grabador de plasma con la tapa quitada para mantenimiento se encontró una exposición de 12,9 mW/cm2 (Horowitz 1992). La fuga real de radiación de RF en la zona donde se sitúa el operador era por lo general inferior a 4,9 mW/cm2.
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